25 de junio de 2010

Victoria Falls, Zimbabwe. 4:45 am. Ya desayunados, esperamos un tanto escépticos la llegada de Ismael. Ayer noche conseguimos convencerle para llevarnos a la frontera con Bostwana en su coche, a las 5. Dudo si vendrá porque regateé tanto en el precio y tengo tanto sueño, que pienso que él haya podido pensárselo 2 veces esta madrugada. Quelqu’un frappe à la porte. Le hacemos pasar, comparte con Inés y Darío unas tostadas y café, yo termino de empacar.
Salimos. Noche cerrada. No toma la carretera, rueda tranquilo por caminos de tierra con grandes baches. Vueltas. Con mi habitual méfiance, le pregunto si nos va a llevar hasta Kasane –en la frontera- campo a través. Se ríe, es un atajo. Por fin llegamos a la carretera, cemento pero mismos baches. Avanzamos, nosotros, medio dormidos, él, conduciendo con bastante seguridad. La luna está casi llena pero en las carreteras africanas, como imaginareis, no hay farolas y, aunque hubiera algún poblado cerca – que no hay- a esta hora todo está muy oscuro. De repente, frente a nosotros, dos lucecillas blancas; me doy cuenta de que Ismael también las mira, nos aproximamos, seguimos, él reduce la marcha y: ¡Ahí está! Una inmensa leona camina delante de nosotros. Ismael aminora aún más, llega a pararse; ella nos mira, parece que va a pasar de largo… estamos parados y, bruscamente, la leona, a pocos centímetros del coche, gira la cabeza y acerca el morro a la ventanilla, con un rugido, no del todo furioso, pero impresionante en medio del silencio de la noche. Ismael acelera rápidamente. Que belleza. Él comenta: No suelen atacar pero puede que ésta tenga hambre; a estas horas por aquí, está buscando comida.
Más tarde llega el alba petrificada, y desde ese silencio en que sólo la luz parece moverse, descubrimos, desperezándose, varios grupos de elefantes, jirafas… que buscan ramas tiernas para su desayuno al borde de la carretera, el sol surgiendo sobre el río Zambeze al fondo, a lo lejos. Paramos cada vez; para verlos, o para permitir que crucen la carretera. No sé como va a ser Chobe –el parque al que nos dirigimos- pero esto es ya tan impresionante. Ha valido la pena el madrugón.
7 am – demasiado pronto- llegamos a la frontera. Han abierto hace poco, pensábamos llegar a las 8. Ismael no puede seguir más adelante, no le está permitido trabajar más allá de la frontera y él lo lleva a raja tabla. A partir de aquí tendremos que caminar. Me gusta cruzar las fronteras a pie.
Fotos furtivas de rigor (a la poli no le gusta ser fotografiada), papeleo propio –bastante rápido porque es muy pronto- y autostop hasta Kasane con un tipo muy simpático que nos deja en casa de un amigo suyo que es guía y puede llevarnos a ver el parque.
Chobe. Vimos todo lo que faltaba por ver, y lo que ya habíamos visto, más de cerca. Cocodrilos, hipopótamos -mira que son feos- impalas, pájaros de mil colores, kudus, warthogs, y muchos, muchos elefantes. Muy cerca, muy cerca.

13 de junio de 2010

VICTORIA FALLS





En esta época del año, las cataratas vienen muy cargadas, no por ello dejan de ser imponentes, pero no se dejan fotografiar. Una nube de minúsculas partículas de agua te envuelve en cuanto te acercas. Da mucho gusto aunque hay que esconder la cámara. Después de otras 5 horas en otro autobús, un poco más lujoso que el narrado en la anterior entrada, llegamos al pueblo de Vic Falls. Así lo llaman. Conseguí ingeniarmelas para obtener resident tariff en el mejor lodge del lugar. Tocaba un poco de glamour y turisteo, la verdad. Plagado de sudafricanos forrados, holandeses idem y algún que otro indio. Con espléndida vista desde la terraza a la sabana y al charco al que, claro, a determinadas horas, se acercan todos y por su orden, los animales a beber. Con los prismáticos de Darío, aunque no son stabilizer como los de Pepillo, se puede ver pestañear a los elefantes, aunque no merece la pena porque csai es más bonito disfrutar de la mágica visión de conjunto: el sol cayendo, el charco, los animales cediendose o negandose el sitio privilegiado del charco. Oyes barritar a un elefante, es tan sorprendente! Los impalas, muy respetuosos, ceden lugar a leones y elefantes... Hay muchos pájaros de increíbles colores y texturas aterciopeladas; he preguntado si son fosofo por la noche pero no lo saben porque dicen que no son aves nocturnas, todos tienen nombre y me los estoy aprendiendo, poco a poco. También hay inmensos buhos, que vuelan majestuosamente desde las carreteras de arena cuando les deslumbras con los faros del coche por la noche. Y águilas, imperiales, también grandes.
Estuvimos 3 días en el full equiped chalet, self catering, incluyendo 50 monos en la puerta y otros tantos warthogs- la especie de jabalí autóctono, ese que sale en la peli del rey león. Son graciosísimos y sólo comen hierba, muy pacíficos, no así los monos. Una madre, en un momento de despiste entre la cocina y la barbacoa del porche (a 100 metros, no más), se coló, hijo en tripa, en nuestra cocina por el tejado de paja. Era evidente que conocía bien las dependencias porque no dudó ni un momento en la puerta del baño; nosotros, obviamente, no pusimos objeción a que nos robara un paquete entero de galletas. No sólo son inmensos, además te miran con esa cara entre pilla y sabia, al tanto de todo lo que está pasando y, por supuesto, dominando el terreno mucho más que tú. Aldía siguiente cruzamos a Zambia, caminando, a través de un puente desde el que unos locos hacían jambo jumping, esto es, se tiraban al vacío al río Zambese sujetos únicamente por un arnés atado a una dudosa liana, que os digo yo que era bastante dudosa. Terrible incluso verlo, Darío estuvo a punto de atreverse, he de admitir que hice todo lo que pude por disuadirle, entre otras cosas por el vértigo que me daba quedarme en el roñoso puente esperando con Inés, que no paraba de asomarse por la barandilla, rota en muchos tramos.

7 de junio de 2010

GREAT ZIMBABWE

MASVINGO-BULAWAYO

No sé si alguno de vosotros ha tenido ocasión de viajar en un bus africano. El que lo haya hecho sabrá como 3 horas se convierten en 5 sin que los 200 ocupantes se inmuten. Ni siquiera los 70 que van de pie. Por primera vez, supimos de verdad como huele África.
Antes de subir, y de saber si podríamos viajar sentados, porque viajar en ese bus teníamos que viajar a la fuerza, si no queríamos volver a Harare (4 horas) desde Great Zimbabwe, para volver a andar el camino hacia Victoria Falls, pasando por Bulawayo, cientos de ojos redondos brillantes, cansados, acalorados nos miraban incrédulos a través de las rendijas abiertas de los cristales tintados y empañados. Finalmente me abrí paso con Inés y subí al bus. Ambiente cargado, olor penetrante y... mucha gente. Gente por todas partes, en el pasillo, en los brazos de los asientos, en el suelo. También todo tipo de bultos: sacos de pienso, bidones, mochilas, cestas con fruta, una gallina... por el pasillo. Alguno, con cara de pocos amigos con el culo ocupando los 2 asientos y mirando. Dije a Inés que se sentara en uno que ví libre, el hombre delgado que ocupaba la plaza contigua dio un brinco. Mal asunto, ocupando los 2 desde el medio. Asumen que los niños viajan sin asiento. Le dije al buen hombre que la niña había pagado asiento, porque me lo preguntó. Le deja sentarse. Encuentro otro asiento libre para mi 2 filas más atrás. Aparece Darío, también encuentra sitio. Salimos. Apenas 5 mtos más tarde, el autobus se para. Empiezan a subir más viajeros, mezclados con chicas y señoras vendiendo chips and coka. 2 por un dolar. Hay que beberla rápido, el casco se queda. Son de las grandes, esas antiguas botellas de coca-cola de cristal. Bebo rápido y comparto con el de al lado.
En otro pueblo sube una viejecita ciega, valió la pena el trayecto solo por oirla. Vendía bananas y cantaba. Cantaba rezando. El blues más blues que jamás hemos escuchado. No tuve valor para filmarlo, ahora me arrepiento. Viajaba con una niña que se sentó literalmente sobre Inés. Por aquello de que asumen que los niños no ocupan nunca un sólo lugar. Inés compartió sus lápices de colores. Le gustó bastante la niña porque llevaba vestido. Está muy sensibilizada con eso aquí. Ella viste de montañera y los demás con vestido y chanclas. Hace frío. Siguió subiendo gente, más gente. Hasta el final. 7 horas. Bulawayo al atardecer. Conseguimos bajar en la parada adecuada sorteando las barreras humanas y no humanas y abrirnos paso a través del autobus. Aire, sol limpio. Una delicia. No hay fotos. besos.

5 de junio de 2010

PIEDMONT, la tabacalera





Otro lugar fascinante, con un olor tan peculiar... Nos lo enseñaron todo. Ahora puedo decir que conozco el proceso de producción de esa cosa que nos mata. Y el tabaco me parece mucho más sano desde entonces. Las madres trabajan bajo las mesas, con sus hijos en el regazo, limpiando tabaco, seleccionando las diferentes hojas. deshojando las que no sirven, que también se exportan. 2.200 toneladas después de la recolecta, en diciembre. El proceso terminará en septiembre.

MAGABELT. o el feudo PIEDMONT






Increíble, alucinante, este lugar en medio de ningún otro sitio. Lo más cercano, Bindura. Desde allí, caminos de tierra a través de la savana. Pequeños poblados de 2 o 3 casas. Gentes por la carretera, vacas, piedras, muchas piedras en el camino. 35 km., hora y media. Take your left, 6 km., lake on the right; 4 km. vereis los palos de un cartel que no está. Uno de los palos es rojo, then take your left again. 4 more km. y allí está. Una puerta de hierro con un moreno vestido de militar que nos saluda a modo. Venimos invitados por el sór Wakefield, un momento, pregunto. Vuelve, adelante. Abre la verja. Varias construcciones grandes, como una fábrica, niños y mujeres en una choza. Unos columpios roídos. Suban por el camino de la derecha. Otra verja. Gran casa. El propietario de una tabacalera nos ha invitado a pasar unos días en el refugio de su reserva. Self catering, hay que llevar comida y demás. Su casa es brutal y la conexión, aunque sea increíble, funciona de lujo. Pude hablar con Miri a través de Skype, mientras enviaba mails y subía fotos. Otra paradoja africana. La cabaña, a unos 3 km. de este lugar, es un sueño. De madera, con ducha y retrete. Un guarda con trabuco se queda a pasar la noche con nosotros. We have leopard, dice Clive, y aunque nunca ha habido problemas, just in case. Bienvenido Shadrek! Es el guarda. Nunca había visto tantas estrellas. Los eland vienen al lado de la cabaña por la noche, a beber en una charca. Hay buhos, además de impalas, cebras, jirafa etc.
Hace fresco por la noche, bastante fresco. Pero tenemos muchas mantas.

UN VÍDEO TORCIDO. BAILANDO EN CHIMANIMANI

MBARE, el mercado




EL "peligrosísimo" mercado al que te recomiendan no ir si no es con un local y al que por supuesto fuimos en cuanto tuvimos un rato. Se venden sobre todo pócimas mágicas, gusanos, amuletos abalorios y cestos. Es semi cubierto, con eso quiero decir que tiene unos plásticos por techo, sujetos con palos de madera. Hay otra zona en la que los zimbabwanos compran su ropa, de segunda mano. Y otro más donde compran la comida. En suma, el lugar donde compran y venden ellos. Ningún peligro. Lo más peligroso, el policía que quería cobrar por la foto que hicimos a una chica en un puesto. No sé que hacía allí ese señor. No cobró.
Tengo que decir que este país es muy seguro, y que los zimbabwanos son gente educada, discreta (hablan muy bajito, deben pensar que nosotros estamos locos, con nuestros gritos) y, una vez les tomas el pulso, amables. En general, también son orgullosos. De los rodesianos, esto es, los zimbabwanos blancos, hablaré más adelante porque todavía no lo tengo muy claro. Son variopintos y estamos conociendo a algunos.
Nos lo pasamos tan bien que hemos repetido, la segunda vez llegamos en "closing time". Eso es un poco más peligroso, como están cerrando, recorren los pasillos con sus carros de hierro y no paran, silban para que te subas donde puedas y te apartes. Hubo cierto estrés.

BALLY VAUGHAN



Para animar un poco a Inés, que ya empezaba a creer que en África no hay elefantes, nos fuimos a una pequeña reserva cercana a Harare, a pasar dos días. Autentico lodge inglés, a dos horas de cualquier civilización, en mitad de la savana, con toda la paz necesaria para que los animales crean que estan en libertad. De hecho lo están, aunque les dan de comer. Como un pequeño zoo sin ser un zoo. SIn luz a partir de las 5 y media, y nada que hacer. Un placer. Washington aparece cada vez que te acercas al fuego exterior que encienden cada día en el jardín, y te ofrece té, café... La comida es riquísima. Eso lo agradecí porque aquí hay días que no comes, o si quieres comer comes mal. Otros, es sorprendente, desayunas huevos pochés con salmón ahumado y tostadas con mantequilla. O deliciosos sandwiches de banana con bacon. Paradojas de África. Los días que no comes haces unas fotos buenísimas y te das cuenta de lo poco que hace falta para sobrevivir, día tras día. Me imagino cuales serán las aspiraciones de gentes como las que estamos "conociendo". No somos nadie. No sabemos nada, nos sobra todo. Todo.

4 de junio de 2010

DOMBASHAVA




DOMBASHAVA

Supongo que esto es lo más parecido a Marte sobre la tierra, pero en amarillo.
Unas montañas oblondas, formadas por capas de roca, no muy espesa, sobre tierra dura. El amarillo a veces es azul, y entonces se parece más a Marte. Estas capas de liquen cubren toda la zona y cuentan que sus colores varían según la época del año. Ahora es otoño aquí pero en invierno el agua corre por surcos que se forman desde arriba (se ven las marcas) y por lo visto estos montículos se vuelven resbaladizos.
Las lagartijas, vimos por lo menos 9 tipos diferentes, son grandísimas y de colores alucinantes. Imposible hacerles fotos. Se escabullen. La más rarita: una naranja azul y verde. Todos los colores muy fosfos, a pesar del amarillo del suelo.
La subidita no es broma, aunque las montañas no son muy altas. Arriba, o a mitad de camino más bien, hay una cueva con pinturas como las de Altamira, pero con elefantes y jirafas. Darío encontraría pinturas hasta en la luna...
Una vez arriba, la vista te recompensa. Más si te cobijas bajo las "balancing rocks", esas enormes piedras que se mueven, se mueven!
Voy con retraso en esto de publicar nuestro periplo pero es imposible hacerlo más rápido, no estamos siempre cerca de una red inalámbrica y cuando estamos, no funciona casi nunca.
Escribo contra reloj porque la que mejor funciona es una conexión gratis, que sólo te permite el uso durante media hora.



26 de mayo de 2010

No es pereza. Las comunicaciones aquí son cosa aparte.
Da rabia, porque las sensaciones pasan, y no se escribe lo mismo. Se pierde un poco de emoción.
Lección, lección, lección.
Aquí no se habla de amor, porque la prioridad es la vida. Pero con la vida va el amor. Nos estamos llenando.
Tras los primeros días de aclimatación, incluido un absurdo susto que os contaré, partimos rumbo a Chimanimani, a 600 km. de Harare o 10 horas de coche, según se mire. Dirección sur oeste, el valle bajo las montañas que hacen frontera con Mozambique. Inmenso, poderoso.
5.000 personas repartidas en 25 municipalidades de high density, como llaman aquí a los suburbios de la gente pobre.
En el barrio más poblado, 2.000 zimbabwanos y 25 extranjeros. Ines, Dario y yo, 3 de ellos. Chimanimani arts Festival, el único acontecimiento del año en esos remotos parajes. Han venido unos cuantos de Mutare, segunda ciudad del país en tamaño e importancia, a 150 km. o 3 horas de curvas, según se vuelva a mirar.
Bestial. Para mis amigos los musicófilos, gran estrella Oliver Mutukudzi, pero tantos otros más...
Baile, disfrute, música y muy mala comida. Café Msasa, el único del lugar. No se paga lo que se come. Y comes si tienes 3 horas de paciencia para regalar. No es problema, hay tanto que compartir, ense;ar, aprender mientras... Y se baila, se baila desde la manana a la noche. Esto es magico, ellos son magicos. Me siento tan lejos, y tan en la tierra a la vez.



16 de mayo de 2010

nosotros ya estamos aquí, nuestras maletas sin embargo, se lo están tomando con más calma y no han llegado.

15 de mayo de 2010

Una hora antes de comenzar el periplo, nos llevamos las ganas, la ilusión y cierto nerviosismo... Rumbo al origen, a encontrarnos con la tierra! y quién sabe con qué más.